Cuando la vida le entrega un limón a una persona, lo más probable es que se desespere, vea lo amargo de su situación y piense que está vencido, en que ese era su destino y en que no tiene la menor oportunidad. Seguramente le echará la culpa al mundo por su desgracia y se compadecerá hasta lo más hondo de su ser.
En cambio, una persona juiciosa y capaz, a quien la vida le ha entregado un limón pensará: “la culpa de que haya sido un mequetrefe no es de las estrellas, ni de los demás, sino mía. ¿qué lección debo aprender de esta desgracia? ¿cómo puedo mejorar esta situación? ¿cómo puedo convertir este limón en limonada?”.
La cosa más importante de la vida no es capitalizar las ventajas. Lo que verdaderamente importa es beneficiarse con las pérdidas; esto exige inteligencia y marca la diferencia entre un hombre de juicio y un necio.
Por tanto, la regla número nueve es, para cultivar una actitud mental que nos procure paz y felicidad hagamos limonada cuando el destino nos entregue un limón.
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