Alumno del programa de formación
a maltratadores de Alicante
Perspectiva ILEF CAVIDA
Hasta hace no mucho la violencia familiar era considerada un problema poco frecuente, anormal y atribuido a personas con trastornos psicopatológicos, sin embargo las investigaciones realizadas en los últimos veinte años nos demuestran que el maltrato y la violencia dentro de las familias son fenómenos comunes desde un punto de vista estadístico y que el hecho de que esto suceda depende en gran parte de valores, mitos, estereotipos y creencias relacionados con el poder, las jerarquías y el género firmemente arraigados en la sociedad.
CAVIDA se ha caracterizado por llevar un proceso de investigación-acción permanente. Hemos trabajado con familias, parejas, y grupos, bajo la modalidad de coterapia, en los dos primeros casos, familia y parejas, ya se había tenido la experiencia de la coterapia mixta o de hombre y mujer, no así en la conducción de grupos, hasta que en un proyecto financiado por INDESOL, se llevaron dos grupos, cada uno trabajó sólo diez sesiones y se tuvo como sede el Instituto Nacional de Rehabilitación; este trabajo con buenos resultados, así es que nos propusimos como equipo experimentar esta modalidad, incluyendo la variable de la coterapia hombre y mujer, y un equipo de apoyo que permitiera en nuestra metodología de investigación-acción evaluar su efectividad y sus obstáculos o limitaciones. La experiencia arrojó excelentes resultados en cuanto al enriquecimiento de las visiones, la ruptura de prejuicios y el modelaje en la comunicación.
Rechazamos la violencia en todas sus manifestaciones (física y emocional) como forma relacional, e insistimos en la responsabilización de los involucrados, quien ejerce la violencia debe responsabilizarse por su agresión y quien la recibe, si es adulto, debe responsabilizarse de su cuidado personal; los adultos deben asumir la responsabilidad de los miembros más vulnerables de la familia. De estas posturas éticas y teóricas emana el respeto a la diversidad y una visión tendiente a resaltar los recursos de las personas y las familias.
Hoy en día, la violencia familiar representa un grave problema de salud pública, por la incidencia tan alta, se calcula que alrededor del 50% de las familias sufre o ha sufrido alguna forma de violencia.
En nuestro trabajo hemos insistido en la importancia de incluir al hombre en los programas de prevención y tratamiento de personas en situación de violencia. Algunas de nuestras reflexiones han sido: la dificultad que representa para la mujer romper definitivamente con su pareja, aun cuando haya vivido escenas de horror, en las cuales su vida y la de sus hijos se encuentra en un gran riesgo; esos vínculos son tan complejos y están comprometidos en ellos lazos de diferente índole como serían, amor, odio, las necesidades económicas, la identidad misma, y la existencia del propio self.
Por otro lado, hemos aprendido que el hombre vive y sufre las consecuencias de su propia violencia, el aislamiento, la desesperanza, la soledad, la culpa, depresión, su baja autoestima, su poco o nulo deseo de vivir, aunado a problemas laborales, económicos, de salud física, etc., ahora sabemos que también son prisioneros e irónicamente víctimas de la representación dominante, sus privilegios encuentran su contraparte en la tensión permanente que impone a cada hombre el deber de afirmar y reafirmar su virilidad (Bourdieu, 1996
Analizando desde una óptica más amplia e histórica la mayoría de episodios de violencia mayor, (combates militares, homicidios y asaltos armados) han sido asuntos entre hombres (Connell, 1997), esto refleja que el sistema de dominación establece una lucha por someter y controlar a otros de una "posición inferior", tomando en cuenta, la raza, la clase social, el género, la etnia y la edad, como una forma de afirmar la masculinidad.
El hombre necesita ser apoyado en el proceso de reconocer sus propios prejuicios y contradicciones entre los privilegios y las exigencias sociales que van desde lo emocional hasta lo económico y que representan costos tan elevados como la vida misma. Requiere espacios terapéuticos, no sólo para renunciar a la violencia, sino para aprender a relacionarse de una manera diferente, en la que respete, escuche, atienda las necesidades de otros, colabore, sea equitativo y sea parte de un vínculo pacífico y de crecimiento mutuo.
Otro aspecto relevante es cómo se generaran relaciones horizontales, en donde está muy presente el tema del poder y el abuso del mismo, por lo que evitan permanentemente imponer su punto de vista frente a la problemática del otro, se muestran respetuosos y como se mencionó anteriormente, se desarrolla una capacidad de escucha y de empatía entre ellos mismos.
Son frecuentes las sesiones en las que se llevan a cabo procesos de deconstrucción de las premisas de género de la cultura y de las familias de origen. La mayoría de los participantes logran reconocer sus historias dominantes y las consecuencias que éstas han tenido en sus vidas. Se discuten ideas preconcebidas como: "los hombres no sienten", "la hombría depende del éxito económico y laboral", "Ser hombre es igual a ser macho y tener varias mujeres"; y en lo relacionado con la mujer: "La mujer está para hacerse cargo de la casa y de sus hijos por su instinto maternal", "La mujer está para servir a su marido", "Las mujeres no pueden establecer relaciones de amistad con otros hombres".
La externalización de las premisas que sostienen una masculinidad asociada con el abuso de poder promueve que los hombres reconozcan las consecuencias que éstas han tenido en su vida, como restricciones en su mundo afectivo, relacional, en su salud. Dichas conversaciones terapéuticas se dan sin que ellos se sientan amenazados o juzgados al comprender que la cultura y la familia les impone una serie de mandatos tanto a ellos como a las mujeres, pero que no les exime de la responsabilidad sobre sus acciones.
Estos procesos de deconstrucción permiten construir historias alternativas y nuevos significados de género, así como distintas formas de relación con la familia y en su ambiente de trabajo, algunos hombres que tienen personal a su cargo han modificado incluso la forma de manejar la autoridad.
Éste es un proceso sumamente difícil, por un lado los roles de género que aprenden, reconocen que han tenido consecuencias negativas en sus vidas y sus relaciones, pero por otro lado se les dificulta construir una identidad masculina que les permita una forma pacífica y equitativa de relación.
Otro tema importante y amplio es el de la paternidad y la maternidad. En los grupos se trabaja la historia de violencia que ellos vivieron como hijos, patrón relacional que muchos repetían con los suyos. Para la mayoría es fue muy fuerte, doloroso y revelador reconocer que la violencia suele reproducirse a través de generaciones de forma que, de no trabajarse, muy probablemente sus hijos violentarán a sus nietos y así sucesivamente; además les impacta mucho imaginarse a sus hijas con parejas que las violentaran. Estas reflexiones son el punto de partida para modificar la relación con sus hijos.
Como es muy común en la sociedad mexicana, varios de los integrantes de los grupos forman parte de una familia con un padre distante, ausente, que ejerce violencia de distintas formas y una madre ambivalente, agresiva pero presente. El poder espejearse -a través de sus historias familiares, es algo que ayuda a los integrantes del grupo a integrarse y comprenderse mejor. "cuando te escucho, te veo y has de cuenta que me estoy viendo en un espejo".
Como en todas las sesiones, el grupo trae los temas sobre los que se bordan diferentes experiencias y significados, como el ser perdonado por la violencia que ha ejercido, tema que genera en el grupo discusión y reflexiones sobre la complejidad de este proceso: "el perdón tiene varios ingredientes: respeto, responsabilidad, reconocimiento del daño, reparar partiendo de la empatía. Y además es importante entender que la mujer tiene el derecho de concederlo o negarlo".
También se plantea la posibilidad que haya partes de la experiencia que puedan ser perdonadas y otras no, que el proceso puede llevar mucho tiempo y que perdonar no necesariamente implica aceptar seguir con la relación.
Se trabajan muchos otros temas como la responsabilidad, familia de origen, transmisión generacional y sistema de lealtades, poder y control, la dificultad para expresar sus emociones, depresión e ideas suicidas, alcohol y drogas, relaciones extramaritales, formas alternativas de ser hombre y de ser mujer, dinero, sexualidad, trabajo, límites, entre otros.
Algunos de los integrantes de los grupos son referidos a algún otro terapeuta del equipo CAVIDA, ya sea a sesiones individuales, familiares o de pareja, esto siempre como un apoyo al trabajo que cada uno hace dentro del grupo.
Dentro del modelo de atención de CAVIDA consideramos importante que no sea el mismo terapeuta que coordina el grupo quien atienda a sus miembros en otra modalidad terapéutica.
Algunos testimonios de lo que significaba el proceso terapéutico grupal fueron:
A-"para mí el grupo es como mi Prozac, a lo mejor es dependencia, pero estoy esperando el jueves, hasta en mi familia y en mi trabajo tienen muy presente el día que vengo, porque me ven mejor después de las sesiones"
E-" cuando es miércoles y pienso 'mañana vengo al grupo', me hace sentir bien"..
I- "lo más importante que he aprendido en el grupo es dejar de sufrir"
F-"Yo he aprendido a vivir más independiente, a no engancharme, a mí me sirve aunque a veces no hable".
I- "me levanta el ánimo".
F- "antes tenía un foco fundido y no veía muchas cosas que ahora veo"
A- "aprendo a usar las herramientas del grupo, a pedir ayuda, por eso les llamo a algunos de los compañeros"
F- "también he aprendido a no esperar a que los demás cambien, nosotros somos los que venimos y somos los que debemos cambiar, si quieren darme de alta, estoy pensando en ampararme"
A- "Compartir lo que traigo en el costal es parte de la responsabilidad y les ayuda a mis hijos"
E- "a mí me ayuda saber que tengo un compromiso con el grupo"
H- "ahora soy más perceptivo y analítico"
F- "me sirve más la terapia del grupo porque en la terapia familiar me tenía que estar defendiendo… si no me defiendo estoy más atento a mí mismo".
A- "El grupo me ha funcionado porque, queriendo o no, uno se compromete y se refuerza la voluntad".
A- "aquí nunca me han dado consejos, me regalan reflexiones".
Otro de los temas importantes es el de "migración de la identidad" (Michael White), planteando el proceso de cambio como la metáfora de un viaje, lo que les permite revisar en qué lugar iniciaron, en qué lugar se encuentran y a dónde le gustaría llegar. Se les pide que identifiquen las señales que les permiten ubicar el lugar en donde están y las que les dirán que han llegado a ese nuevo lugar".
En esta conversación los hombres de los grupos coinciden frecuentemente en haber parado la violencia física, como primera estación de ese viaje, pero de acuerdo al momento de su proceso algunos reconocen su dificultad para frenar otras formas de violencia y de asumir la responsabilidad sobre sus emociones y sus reacciones. Incluimos por medio de preguntas circulares (Selvini) a las familias, cuestionándolos acerca de los cambios que pueden percibir en ellos. Algunos refieren que la familia sí percibe algunas diferencias, pero su sensación es que no son suficientes.
El grupo al ir desarrollando una identidad y una cultura grupal va incorporando un lenguaje común, se refieren al "nosotros" aludiendo a sus experiencias y propósitos compartidos. Hacen alusiones a las historias de sus compañeros como voces que les permiten manejar situaciones de conflicto de otra forma que no sea violenta, hacen referencias a herramientas que se mencionan dentro del grupo como "aprendí de X a tomarme un tiempo y darme la vuelta", "acordarme de la respiración", "evitar relaciones que me lleven a lo mismo, la violencia" "sólo me puedo cambiar a mí mismo, no cambiar a los demás".
En el proceso grupal e individual se hace evidente que romper con las premisas tradicionales de género relacionadas con la violencia les genera a algunos una especie de "vacío", una sensación de: "quedarse sin nada, sin la pareja, sin lo que resultaba familiar", lo cual provoca angustia y mucha confusión, cuestionando su decisión de cambio. Es frecuente observar que cuando empiezan a cambiar, quieran regresar a patrones conocidos por la incertidumbre y el temor que genera lo que viene después (migración de identidad).
El grupo se vive como un facilitador de esta transición tan compleja, que incluye la identidad personal y familiar, así como la trama de los sistemas de lealtades. Algunos integrantes que llevan más tiempo de trabajo ayudan a los que van iniciando y juntos se apoyan para explorar y sostener esas nuevas construcciones que les permitan llevar una vida más satisfactoria.
Respecto a su relación de pareja, vínculo que se ha vivido con violencia, se observa una historia de abuso de poder por parte de ellos, generalmente desde el inicio de la relación, violencia que en la mayoría permanece en secreto por el aislamiento de las parejas.
El vínculo de pareja tiene un fuerte significado para la mayoría de los integrantes de ambos grupos, si bien reconocen un vínculo lleno de dolor y resentimiento, también co-existen otros aspectos que los mantienen juntos como fue reportado por Goldner (1990), en algunos casos una vida sexual y genital intensa, un sentimiento de haber sido rescatados por esa persona y la imperiosa necesidad de mantener a cualquier costo la relación de pareja, con características de un intenso sobreinvolucramiento y una alta resonancia emocional.
Los hombres de los grupo han referido que a sus parejas les cuesta trabajo ver y confiar en sus cambios, y esto a veces los desmotiva, además como ya se mencionó, algunos esperaban un perdón por el solo hecho de ingresar al grupo, con la expectativa de que la pareja olvide toda la violencia que pasaron. En este punto el trabajo grupal les permite analizar las diferentes experiencias en las relaciones de pareja.
También el trabajo grupal les permite reconocer el ciclo de violencia en el que algunos estuvieron o aún permanecían. Identifican las etapas de éste con más claridad, lo que les permite detectar los momentos de mayor tensión y tomar otras opciones para evitar repetirlos.
En relación a la sexualidad, los terapeutas promueven abiertamente el tema y en general es bien aceptado por el grupo. Se explora si habían vivido experiencias de abuso sexual y si en esta área de su vida de pareja también se dan conductas violentas. Observamos que comparten la sensación de que, como hombres, ninguno tuvo el apoyo ni la orientación que se requiere.
Se generan conversaciones muy reflexivas acerca de la sexualidad y el manejo del poder que ellos hacen, en algunos casos refieren que se sentían agredidos cuando la pareja se niega a las relaciones sexuales, lo cual les violenta por sentirse rechazados, es muy importante hablar extensamente de estas experiencias. Algunos identifican que esta negativa de sus parejas, en algunos casos, puede ser una forma de resistirse al maltrato y de poner límites.
En esta última etapa del trabajo surgen con frecuencia situaciones necesarias de revisar para hacer distinciones que lleven a otros significados, y sobre todo que los responsabilice por la violencia en lugar de minimizarla como: "a mi pareja se le acabó el amor vs está tan lastimada por la violencia que ha vivido conmigo". "Entre enojo y violencia", "dependencia e interdependencia", "vivir la separación como un fracaso y perder frente al otro, o como una opción más saludable", "no hablarle a la pareja por orgullo o por miedo", "cuando la conducta de la pareja es por algún trastorno psiquiátrico, o por el síndrome del maltrato", "diferencias entre ser enérgico y firme y ser violento con los hijos", entre "ser flojo y estar deprimido".
Es muy útil para el trabajo traer otras voces como historias, cuentos, fábulas con moralejas, proverbios, aprendizajes de otros espacios, como de AA, de Alanon, cartas de las pareja y de otras personas de la familia o de amigos.
También se analizan ciertas estructuras sociales relacionadas con otras formas de violencia, como la discriminación, el racismo y clasismo.
El ingreso de hombres nuevos al grupo tiene el propósito, no sólo de beneficiar a más personas, sino porque según nuestra experiencia, este hecho enriquece y da movilidad a todo el grupo.
Al cierre de uno de los grupos se decidió con ellos que por los logros terapéuticos de cuatro de sus integrantes, podían ser multiplicadores de la experiencia, es decir, compartir su desarrollo participando en otros grupos o espacios terapéuticos.
En la última sesión se entrega un Diploma terapéutico de sus avances, con todos los integrantes del equipo que funcionan como testigos de todo su proceso, han resultado sesiones muy conmovedoras en donde se comparten sentimientos, emociones e ideas respecto a todo el trabajo grupal.
Es necesario resaltar que nuestras evaluaciones han sido solamente de carácter cualitativo, sin utilizar instrumentos específicos para tal labor.
Lo que nos deja claro es que debemos aprender a ser mejores seres humanos en equidad.
Gentileza de Lilia Cortes
Extraido de un diplomado de violencia, con Flora Auron una de las fundadoras de ILEF (INSTITUTO LATINOAMERICANO DEL ESTUDIO DE LA FAMILIA) -CAVIDA